Este
23 de julio se cumple un año más de la desaparición de Amy Winehouse, el ángel
de la música que por su propia
naturaleza desapareció entre sus miserias e incomprensiones. Nos deja un
inmenso mar de reflexiones disfrazadas con soul, jazz, rock y rhythm and blues y
que desde acá veneraremos siempre. El siguiente texto escrito desde la perspectiva de un conocedor de
"los malditos", ya sean poetas, escritores o como en este caso
artistas. El autor es profesor
universitario de literatura y Lingüística en Colombia y además un estudioso de
la música
Por estos días, se celebra el tercer aniversario de la sorpresiva
muerte de Amy Winehouse. Con apenas dos álbumes grabados y algunas canciones
póstumas que se recopilaron después de su muerte, la artista se ha constituido
en la última gran figura de esa tradición que empezó con las grandes cantantes
norteamericanas de jazz y blues, que empezaron cantando en las iglesias
protestantes, y que posteriormente desembocó en el rhytm and blues, el rock y
los ritmos urbanos actuales. Como si fuera un asunto de cábala o un presagio de
Mujer de Magia Negra, Amy murió a los 27 años y de inmediato los medios y las
redes sociales (esas alcantarillas del alma) la instalaron en ese antro de
suicidas y excesos que se llama el Club de los 27. Allí se entronizó junto a
los artistas que murieron en esa edad y casi en las mismas circunstancias: Jimy
Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Kobain, el lider de Nirvana.
Frágil, bella, inestable, solitaria en medio de las
multitudes y escenarios, clásica sin escuela y sin reglas, romántica sin un cementerio adonde llevar las glorias de la droga, esta inglesita, esta
esquirla de Shakespeare, es la última gran voz femenina del jazz, el soul y el
rock.De ningún artista, sino de ella, pienso,se puede decir que el artista
nace, así lo admitió Tonny Bennet, esa leyenda viva del jazz, quien dijo que
Amy "era la verdadera, la más seria, la más grande cantante de jazz".
Su padre, un taxista de Londres, la modeló y la moduló cuando de niña le hacía
escuchar las canciones de Frank Sinatra, Sara Vaughan o Dinah Washington,
quienes después ejercieron una profunda influencia sobre ella. Así la vemos
debajo de las lámparas de los escenarios, serena, cantando cosas difíciles y
dolorosas; y su voz de contralto, subiendo y bajando en las escalas; su voz
ronca y áspera, delgada, fina. Todas las
personalidades de su dicción, contando historias, de amantes en los suburbios
de Londres, una tarde en Nottin Hill con dos rosas en la mano, ella llorando en
una mesa de un bar entre vasos de whisky: "Siempre tengo que consolarte cuando estás allí, tú deberías ser más fuerte que yo, lo único que quiero es apretar tu cuerpo contra el mío".
Amy Winhouse nació en
1.982, en el seno de una familia de
clase media, en el norte de Londres y creció en South Gate, un barrio judío. A
los nueve años sus padres se divorciaron y la niña experimentó un fuerte trauma
que la afectó profundamente. Vivió una niñez solitaria y ya en su adolescencia
la vemos obstinada, autodestructiva y rebelde. En el colegio, siendo niña
todavía, funda su primer grupo, Dulce y Acido. A los 12 años entró a la
prestigiosa escuela de teatro de Silvia
Young, una academia para niños entre 10 y 16 años. En el examen de ingreso
impresionó a todos por su talento natural y por ser ya una diestra y gran
conocedora de las melodías del jazz y de los registros de las cantantes americanas de gospel y de blues. Pero a los 3
años fue expulsada "por bajo rendimiento y mal comportamiento", así
es que abandona el Theatre School. A los 17 años, junto a su amigo Stefan
Skarbet, músico y letrista, hacen sus primeras maquetas, y de esa época data su
primera canción dedicada a su mascota, un canario que había muerto en su
ausencia, October Song. A los 14 años empieza a componer y se presenta en los
pubs (bares) de Londres. Crea letras muy lindas en un inglés un tanto bárbaro y
urbano. En 2002 una maqueta suya llegó a Marcus Beese, un productor allegado a
la Island Records, y es así que a sus 19 años firma su primer contrato con esta
empresa disquera.
En 2003, bajo la producción de Salaam Remi, aparece su
primer álbum, Frank, un disco hecho con sus "materiales personales”; este
primer trabajo logra 2 nominaciones al Brit Awards y alcanza el galardón a la
mejor canción del año, y obtuvo disco de platino en el Reino Unido. Estas
composiciones se enmarcan en la tradición de la música negra norteamericana, el
rhythm and blues, el jazz, el rock y otras músicas urbanas.
A pesar de ser el
primer disco, Frank es un trabajo de gran madurez, su estilo, muy personal, ya
está plasmado. Con un vibrato profundo y moviéndose en las sutiles tesituras de
su voz, Amy empieza a revelar una subjetividad compleja, unos sentimientos
contradictorios y violentos: "Los melodramas de mi vida me hicieron
estallar/ pero nunca me odié tanto por mi edad..." Negándose a ser un producto
prefabricado del pop, abrió las puertas de su propia vida y escarbó en sus
sentimientos más profundos: soledad, alcohol, traiciones, una fe vulnerada a costa de derrotas, pero al mismo tiempo,
espiritualidad, una ternura que escudriña en las memorias desfiguradas de su
mente o que recoge las fichas derribadas del juego del Amor. Sus letras y sus
imágenes son limpias y brutalmente sinceras, que sorprenden por su ingenuidad y
belleza: "Entonces te soborné en el piso de abajo con un Marlboro rojo/ Apareciste con tus jeans desgastados y tu camiseta de los beastie (¿los Beastie Boys?) /Me mandaste a volar cuando me pateaste en la acera.
Al tiempo que su fama crecía, se hizo famosa también por sus
borracheras y por sus escándalos en los hoteles, se quedaba dormida en las
mesas de los bares y a veces llegaba ebria a los escenarios, pero al día
siguiente aparecía emboscada entre las cámaras de los paparazis, en medio de
los flashes que estallaban en su cara, o se veía en los mercados públicos con
talegos de flores o con una manzana en la mano, bella, tranquila, sonriente,
aguantando todas las estupideces de los medios, o aparecía de la mano de Frank
en los suburbios de Londres, burlándose de la soledad.
Bajo la dirección de
su nuevo productor, el joven músico y
disk jai Mark Ronson, aparece en Octubre de 2006 su segundo disco, Back
to Black, que arrasa en las listas y llega a ser N.1 en el Reino Unido, gana el
Brit Award a mejor artista británica y se alza con 5 premios Grammy en una
velada memorable en Los Angeles. Sus ventas son millonarias y el álbum llega a
ser el más vendido en la historia del
siglo XXI en el Reino Unido. Es una producción impecable, donde dialogan el
jazz y el rock; el rhythm and blues y el soul. Son canciones dolorosas donde
Amy canta sus experiencias de amores conflictivos, autodestructivos, historias
de una joven que peligrosamente se ha refugiado en el alcohol, la heroína; son
letras crudas, no exentas de masoquismo: "Lloré por ti en el suelo de la
cocina/ yo simplemente debería ser mi propia mejor amiga/ no te jodas y llenes
la cabeza con hombres estúpidos".
En efecto, en 2005, apareció en su vida el joven Blake
Filder- Civil, una especie de gentleman de la canalla londinense; en las
imágenes lo vemos delgado, alto, con sombrero de fieltro, gafas negras y con 3
letras tatuadas detrás de su oreja: AMY. Lo conoció en un pub y fue amor a
primera vista. Ella conoció la felicidad, el paraíso. Se casaron. Pero como
todo paraíso tiene su serpiente, iniciaron una vida de escándalos y tragedias,
como aquel incidente del 2007 en el prestigioso hotel Sanderson de Londres,
donde aparecieron cubiertos de heridas y con huellas de sangre. Se le acusa a
él de haberla iniciado en las drogas duras. Sus relaciones con los medios se
hicieron peligrosas e inciertas, una tarde aparecieron jugando con crías de
ratas, y una periodista le preguntó a ella si haría un acto de autodestrucción
frente a las cámaras de televisión. Meses más tarde se separaron y Blake fue a
la cárcel por asalto a mano armada.
Esta soledad de hoteles vacíos, esta vida borrascosa entre
el delirio y la nieve de Londres, esta vida vertiginosa cruzada de relámpagos y
lágrimas fue la que generó, paradójicamente, la belleza de las canciones de
Back to Black.
Una tarde lluviosa y gris de 2011 fue encontrada muerta en
su apartamento, en Camden. En su cuarto la policía encontró 3 botellas de vodka
vacías. Cuando los jueces de instrucción salían con el cuerpo en la camilla,
apareció una nube de fotógrafos con sus cámaras, revoloteando como moscas,
disparaban sus flashes que se desvanecían bajo el cielo lleno de niebla. La
gente empezó a correr con flores, los medios empezaban a envenenar la tarde con
sus inútiles e hipócritas mensajes. Y ella, la romántica, la que moría cien
veces en un hotel esperándolo, nos dejaba a todos con las manos vacías, y ahora
la miro, con el pelo al viento, corriendo, por los verdes jardines de Londres.
Por Kástor Cabrera Solarte
Escritor y docente en ColombiaEspecial/ para divulgadormultimedia.blogspot.de
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