La historia de Staffel es como la de cualquier ciudad o localidad que alberga a asilados. La solidaridad es más grande que la discriminación. El Gobierno de Merkel se gastará unos 500 millones de euros para ayudar a los asilados sirios.
Desde tiempos inmemorables el
hombre siempre ha tenido miedo. Recelo a la luz, a la oscuridad, a la
naturaleza, a la vida, a la muerte y hasta a su propio yo. Por estos días como
en los últimos 20 años, el miedo se ha instalado entre alguna gente, ciertos
gobiernos y unos países. La culpa de todo es el gran miedo al extranjero, al que habla un idioma diferente, tiene un color de piel no muy visto posee desiguales costumbres, adora a un distinto dios y viene de otro lugar para quedarse entre nosotros; en su ciudad, en su pueblo o en su país, es
decir miedo al "otro".
La migración está dejando una
larga lista de cadáveres en el mar Mediterráneo, en las Costas españolas e italianas, en Grecia, en Francia, Reino Unido, Malasia;
en Siria, Libia, en Irak, Albania, Kosovo, y hasta en Hungría, Polonia o Rumanía.
Aún se sabe poco de las víctimas de la migración sudamericana desde Venezuela,
pasando por Colombia, Ecuador y Perú para llegar a Chile, Argentina o Brasil. Y
tampoco se cuentan las de Bangladés, las de la ruta mexicana o la frontera
entre Rusia, Ucrania y Kazajistán, por citar algunas.
Según
un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Más
de 2.000 personas han muerto y 188.000 migrantes fueron rescatados en el
mar Mediterráneo este año intentado
alcanzar Europa. La OIM, señala que en el mismo período del año pasado las
víctimas fueron 1.674, mientras que en todo el 2014 murieron 3.279 personas. La
UE ha acordado repartirse a 40.000 refugiados para este año. Cerca de la mitad
de todos los migrantes internacionales vive en solamente 10 países, pero el
mayor número (46 millones) reside en Estados Unidos.
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Niños jugando en el campamento de Staffel /Foto R.C.U.
Miedo al vecino
Miedo tienen en Antofagasta,
Chile de los negros colombianos; miedo
hay entre algunos españoles por los africanos que cruzan la valla, terror hay
entre los rusos porque los ucranianos lleguen a
su país y miedo hay entre algunos alemanes por la llegada de por lo
menos 450 mil refugiados, aquí les llaman “Flüchtlinge”, previstos para este año y que duplicaran la cifra del 2014. Unos 180.000 expatriados han llegado en
el primer semestre del año, Alemania registró en julio una cifra récord de
solicitudes de asilo: 79.000, según datos del Departamento de Migración y
Refugiados.
Precisamente, en Staffel, una pequeña localidad
a uno 77 kilómetros de Frankfurt el
gobierno regional ha instalado un campamento para refugiados, entre los que se
puede ver a niños, jóvenes, familias y personas mayores, hay 633 personas en el campamento que provienen
de Siria, Irak, Afganistán, Los Balcanes (Albania, Kosovo, Macedonia), Eritrea
y Etiopia. Este acantonamiento, cerrado y vallado, tiene las condiciones
mínimas para albergar a unas 650 personas en total y es uno de los primeros
de esta zona del país. Mientras los
habitantes del recinto pasan el tiempo jugando, soportando el calor veraniego y
esperando que decidan cuál será su futuro. Los vecinos de la zona están asombrados
y muy prevenidos.
Panorámica del campamento de refugiados de Staffel, Alemania. /RCU
Algunos sin conocimiento de causa
se muestran reacios a hablar del tema y otros por el contrario asumen que sus prejuicios
y miedos son “porque esta gente viene a vivir de las ayudas” o “porque será la sociedad alemana la que
tiene que pagar los gastos de todos”. Otra vecina argumenta sin rubor: “Nosotros cuidamos
a esta gente y a nosotros quien nos cuida de ellos”. Pero con todo, la
solidaridad de los ciudadanos es total al punto que cada semana van al
campamento a ayudar. Médicos, psicólogos, enfermeros y voluntarios asesoran a
las familias en inglés o con señas para entenderse. Incluso una ONG se encarga
de canalizar las ayudas y aportaciones de los vecinos de Staffel, Limburg,
Hadamar u otras poblaciones vecinas.
Al margen de los comentarios o
preconceptos, casi siempre por estar desinformados o no conocer bien la
situación de esta personas, el
campamento de Staffel está bien atendido y los mismos exiliados reconocen que
los “tratan muy bien” y agradecen a los alemanes por dejarles venir a vivir en sus pueblos”. Sin embargo, la
tranquilidad de Staffel no es la misma que viven otros campamentos del país. La
decisión de cobijar a los inmigrantes ha despertado la furia de los radicales
xenófobos de extrema derecha.
Ataques o solidaridad
El gobierno alemán está
preocupado por los continuos ataques a casas de acogida o campamentos de
inmigrantes, al punto que los políticos están hablando de una reforma a la Ley
de migración. Justamente, el presidente de Alemania, Joachim Gauck, ha
calificado los ataques racistas como “repugnantes” y el ministro de Justicia,
el socialdemócrata, Heiko Maas, ha denunciado que esta violencia es un “ataque
contra toda la sociedad alemana”. Incluso las televisiones locales han
emprendido una campaña para dar a conocer las verdaderas historias de los
migrantes. Se emiten a diario programas, documentales y especiales sobre los
asilados y se muestra la realidad que viven sus países. Una forma de
sensibilizar a la población y sobre todo informar sobre cómo y cuánto dinero le
costará al gobierno ayudar a estas personas.
En Dresde, donde nació el
movimiento Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida por
sus siglas en alemán), vive entre el miedo y la tensión, en los últimos días se
han incrementado los actos xenófobos. Los datos hablan de que en el primer
semestre de este año se produjeron 199 ataques a centros de refugiados, más del
doble que en los seis primeros meses de 2014, según datos del Ministerio del
Interior y la Policía Federal Criminal (BKA). Este ministerio tiene
registrados a 341 sospechosos como presuntos responsables de esos ataques,
entre los cuales hay 148 identificados con nombres completos. Solamente 41 de estos sospechosos son reincidentes en
delitos de xenofobia, lo que indicaría que se está produciendo una clara
extensión de este tipo de actos discriminatorios.
El reto de los gobernantes es tratar el fenómeno
de la migración como lo que es, una catástrofe humana que cada día se cobra
víctimas mortales. En sus viajes llenos
de peligro y dolor, los migrantes viven historias de violencia, explotación y
abusos a manos de los traficantes que a menudo también cobran pequeñas fortunas
al inicio de cada travesía. Muchos intentan dejar atrás viejos conflictos o
nuevas guerras o bien huyen de la persecución, la pobreza, el hambre. Nadie abandona
su país por gusto o por fastidiar. Es una necesidad humana y como tal debe ser
entendida.
Tras el continuo debate sobre los
movimientos migratorios en todo el mundo, se hace necesario que los gobiernos y
la sociedad civil se concienticen que la migración es parte del mundo actual y
globalizado del siglo XXI y que siempre ha funcionado así. Como la natalidad y
la mortalidad de un país.
Los miedos y los prejuicios son
buenos en la medida en que no se lleven a la intolerancia o los radicalismos.
La xenofobia, el miedo al “otro”, al extranjero, al que viene de afuera, quizá
sea más una Sombra que proyecta los aspectos que se rechazan, que están en el
inconsciente y que cada persona tendrá que derrumbar. Tanto en Staffel,(Alemania)
Calais, (Francia) Folkestone,(Reino Unido),Rosarno, (Italia), Almería (España),
Iquique (Chile), Kota Kinabalu, en la isla de Borneo (Malasia), o en cualquier
lugar del mundo el miedo al otro no es más que el miedo a sí mismo. Parafraseando
a un poeta: “ese otro que también me habita, ángel o demonio, también soy yo”.
Rafa Cely Ulloa
Divulgadormultimedia.blogspot.de
Staffel, Hessen,
Alemania.
Fotos y Texto
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