20.04.16

La usencia de Gabo


Por estos días (17 de abril) se cumple el segundo aniversario de la muerte de Gabriel García Márquez. Nobel de literatura y autor de Cien años de Soledad. Un año en el que se ha escrito demasiado y poco con, miles de fotos, vídeos, añoranzas y críticas sobre su obra y  su persona. Han dejado de manifiesto que el "Maestro" pervivirá en el recuerdo y sus obras seguirán siendo más leídas y reconocidas. Un año en que el periodismo del mundo sigue en crisis y en el que la Comunicación avasalla sin piedad, todo anunciado por él, hace mucho tiempo. Nuestro humilde homenaje es cada día hacer mejor nuestro trabajo, aportar con nuestra visión y mantener el ejemplo vivo de  hacer  un "periodismo leal, crítico y pensando en la gente".Que en Paz Descanse. Este texto relata mi experiencia personal al conocerle y compartir con él un taller en la Fundación para el Nuevo Periodismo.

La primera vez que vi a Gabriel García Márquez fue en Ibagué en 1996 para el estreno de una película basada en uno de sus textos y de Sófocles, “Edipo Alcalde”, aquella noche estuve durante más de tres horas esperándole fuera para hacerle una entrevista. Tarea difícil aquella, porque yo era un simple reportero de la sección de Cultura de un periodico  local y él, un intelectual que reinventó el periodismo.  

Sobre las 22 horas, salió del pre estreno, tan pronto lo vi, empecé a temblar y en un ataque de valentía me fui directamente a su encuentro, mientras alguno de sus acompañantes se interponía en el camino, logré superarlo con un driblin de delantero y me paré frente suyo: Buenas noches maestro, - dije-, ¿Cómo le pareció la película?, disparé. Allí empezó una conversación de unos diez minutos que nunca olvidaré y que se publicó al día siguiente en la edición diaria.  

Fue tanto el hablar e insistir que Gabo, con prisa, me dijo; “Los periodistas siempre saben cómo empezar una entrevista, pero nunca terminarla“, yo asentí e hice mi última pregunta. Él, ya un poco mosqueado me espetó caminando; “ve a la Fundación para el Nuevo Periodismo”.  

Le hice caso, tras un difícil proceso de inscripción me apunté a un Taller sobre Reportaje cuyo objetivo era conversar con García Márquez, aprender algo más del oficio pero sobretodo descubrirlo. Llegué a Cartagena de Indias, con la ilusión de un niño y el nerviosismo de un adolescente que vería a su máximo héroe. 

Ya en el taller estuvimos hablando un rato con unos 12 periodistas asistentes al Curso. Cuando de pronto apareció Gabriel García Márquez, con un halo de dandi y un cierto aire angelical. Yo estaba muy nervioso casi atónito.  

Se sentó a mi lado, vestía de dril, con una camiseta ancha de colores tropicales y unas chanclas que denotaban el largo de sus dedos. Lo pude comprobar cuando se acomodó ante el asiento. Habló de todo; pero más de periodismo, de política, de cultura, del Gobierno de Samper (19941998) y de una huelga de peajes que había en ese momento en el país, se atrevió a aseverar que ese problema podría tumbar al presidente, se equivocó. Incluso alguien le preguntó sobre sus proyectos a lo que respondió con desparpajo: “me faltan años para hacer más cosas”.
Ríos de tinta se han escrito en el mundo tras su muerte: lugares, amigos, política, fotos cine, televisión, teatro, música, arte, literatura y hasta supimos que le gustaba el tenis, un largo sinfín de temas que demuestra la connotación del Nobel en las personas, sin exagerar. Elena Poniatowska, dijo que “antes de Gabo éramos los condenados de la Tierra. Pero con sus Cien años de soledad le dio alas a América Latina. Y es ese gran vuelo el que hoy nos envuelve y hace que nos crezcan flores en la cabeza“. Habría que añadir que el vuelo se extendió por el mundo. Su propio sentido Universal, el mismo que reflejó en sus libros. Igual se le podía entender en el Banco, Magdalena, en Limburg Lahn, Shanghái, Izmir, Temacula, Addis Abeda, Madagascar o la luna, el caso es que Gabo, enseñó a la sociedad del mundo. Personalmente me quedo con su persistencia y sus ganas de vivir, pese a los años siempre quiso hacer algo y eso reivindica la noción de existir. Una vida sin objetivos no es vida.


La cátedra de ese día en la Fundación para el Nuevo Periodismo estuvo plagada de anécdotas y algunas historias, duró unos minutos, y luego Gabo se fue como vino. Con su aire de otro planeta. Nos quedamos en silencio y con la sensación que era poco. Esa misma noche el grupo se citó para cenar y según me contaron, Gabo asistió y se tomó un par de  güisquis . Yo estuve enfermo y con dolor de estómago toda la noche. Llegué a pensar que había sido por la emoción de conocerle personalmente, de percibir su energía, aunque sea un poco, que fue mucho. De tenerle cerca, de captarlo como escritor, cineasta, periodista o simplemente como un gran ser humano, un genio.  
Después de saber la noticia de su muerte, el jueves santo, 17 de abril de 2015, me entró un frío en el cuerpo y curiosamente sentí que las piernas me seguían temblando, como cuando lo vi por primera vez.  

Por Rafa Cely Ulloa  
Divulgador multimedia 
Imagen Freelance
2015/D@
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