En realidad, Alemania no es como la pintan. Ni siquiera como la juzgan o la describen: ni tan arrogante ni tan imperialista. No. Simplemente es un país que ha sabido superarse a sí mismo por encima de sus lastres, prejuicios e historia. Y aunque genere antipatía o admiración es un Estado ejemplo para el mundo. Ni tan perfecta ni tan mala.

Es el caso de Walter Müller, de
47 años, alemán de origen ucranio, quien cree que este país es “bueno y le
ayuda”, pero que no le ha dado otras oportunidades. Walter trabajaba como
traductor, tenía una familia en Colonia y por problemas tuvo que separarse,
perdió todo lo que tenía y ahora vive en la calle, padece un cáncer y sobrevive
con la ayuda del gobierno (Job Center). Desde hace seis meses bebe
constantemente y de vez en cuando come o duerme en un albergue. “Alemania es un
buen país, no existen alemanes puros, hay mezclas con europeos rezago de la
guerra. Yo convivo con un grupo de otros alemanes y personas de Kazajistán, Uzbekistán, Polonia y
de la antigua ex Yugoslavia. El gobierno me da mensualmente mi “Tachengeld”,
(algo así como la paga). Durante el día estamos en el parque, bebemos y dormimos
allí, mientras no llueva o haga frío. Luego en invierno vamos a los albergues”,
dijo.
Según un informe de la Asociación de
Ayuda a las Personas sin Vivienda (BAG), en los últimos diez años se ha
registrado un aumento dramático de la indigencia en Alemania. En 2012,
aproximadamente 284.000 personas no tenían un domicilio fijo –un incremento del
15 por ciento frente a 2010. La BAG pronostica para 2016 otro aumento de las
personas sin vivienda de cerca del 30 por ciento, a 380.000.
Parece increíble que en un país
rico, existan personas que no tienen dónde vivir, pero el fenómeno es real y
crece. Muchas veces por la situación económica, otras por enfermedades o
simplemente por decisión propia. Según estimaciones del Instituto Alemán de Investigación Económica
(DIW, por su sigla en alemán), los hogares privados contaban en 2012 con un
ingreso neto de un total de 6,3 billones de euros. Es decir, que por cada
adulto eran 83.000 euros. Sin embargo, según el estudio, en ningún país de la
eurozona los ingresos están distribuidos tan injustamente como en Alemania.
Casi un quinto de todos los adultos no posee capital, y cerca de un siete por
ciento de ellos tiene deudas que superan su patrimonio. Paradojas de la
geopolítica rica y poderosa pero con pobreza.
Christoph Butterwegge,
investigador de la Universidad de Colonia, cree que los políticos son
responsables por los errores en los últimos años. “En lugar de dejar la
financiación de vivienda cada vez más a los inversores privados, el Estado
debería ocuparse, en primer lugar, de que a nadie le falte un lugar donde
vivir, como lo hacía hace muchos años con los planes de viviendas sociales”. En
lugar de eso, las necesidades de la gente se dejan cada vez más en manos del
mercado, bajo el lema de que “si cada uno piensa en sí mismo, piensa en todos,
lo que trae como consecuencia un endurecimiento cada vez mayor de la sociedad
frente a las necesidades de las personas de escasos recursos”.
El triste espectáculo
Quienes visiten Berlín, Hamburgo
o Frankfurt, entre otras, verán durante sus caminatas uno o varios indigentes
en la calle. Por ejemplo en Frankfurt existe una zona de tolerancia en donde es
casi “normal” ver jóvenes y adultos inyectarse heroína, comerciar con droga o
dormir entre cartones. En Berlín viven unos 4.000 indigentes en la calle, según
datos del Senado, la cifra aumenta a 10.000 si la fuente es Cáritas. Es tal el
fenómeno, que se organizan Tours para conocer el lado oscuro de la ciudad. Muchos
de ellos viven de las subvenciones y de la potente industria del reciclaje berlinés,
fuente de ingresos para la mayoría de estas personas. En Hamburgo existe un
proyecto para los que normalmente no quieran dormir en los alojamientos
provisionales. Durante el invierno ofrecen casetas en lugares diferentes.
Suelen tener una capacidad de 3 o 4 personas, con posibilidad de alojar
mascotas, así como mujeres solteras y parejas. Las casitas contienen cocina y
salón. Además cuentan con la presencia diaria de asistentes sociales para
aconsejar y apoyar a estas personas. No es esta la Alemania gigante e
influyente de Europa se podría pensar que es cualquier ciudad o cualquier país
menos este.
En Limburg an der Lahn, una pequeña y
tranquila ciudad de unos 34 mil habitantes, también la mayor de la región de Limburg-Weilburg en Hesse
vecina de Frankfurt, se puede ver diariamente en un parquecillo cerca de la
estación de trenes a unas 20 personas “sin
techo” (penner), entre hombres y mujeres. Casi todos mayores y muchos
enganchados al alcohol y/o la droga.
Como Walter Müller o Frau Elke quienes hacen parte de ese grupo que se siente
discriminado y excluido.
Una vecina que prefiere omitir su
nombre los describe como: “pacíficos pero no hacen nada. Solo beber durante el
día, dejan muy sucio el parque y siempre que paso huele mal, muchos de ellos no
quieren trabajar y sí vivir de las ayudas” refirma la mujer de unos 55 años.
Cornelia Belmelmann, profesora de
alemán (Deutschkurz), en Limburg, cree
que los subsidios; “son políticamente buenos, pero veo que hay muchas personas
que los reciben y se acomodan. Hacen
poco para adaptarse o aprender sobre la cultura”. Es importante esa subvención porque
si yo tuviera que salir de Alemania, me gustaría tenerla en Europa e intentaría
adaptaría al país de acogida”.
Según Frau Belmelmann, las
personas que sobre viven en la calle van a más y eso hace que sea un problema:
“Estadísticamente cada día aumenta el número de personas “sin techo”, niños y
adultos, como en América. Aquí hay prestaciones sociales de 330 euros por persona más el pago del
alquiler, la mayoría de estas personas
lo recibe y si no lo hace, perfectamente
podría tener acceso a ese dinero. Creo que muchos de ellos no quieren
pertenecer al sistema. Son personas que lo han perdido todo, psicológicamente
están mal, si quieren recibir la ayuda deben apuntarse, rellenar formularios,
ser controlados, muchos de ellos no quieren y prefieren vivir su vida así”,
puntualiza.
La pequeña Limburg ya está
acostumbrada a convivir con estas personas, algunos de sus vecinos entienden la
situación otros les discriminan y los marginan. Caritas es la encargada de
ofrecer albergues y apoyo para los habitantes de la calle. Hace unos años
surgió la polémica en torno al obispo de la región Franz-Peter Tebartz-von
Elst, quien mandó construir una mansión de casi 32 millones de euros en la
ciudad antigua (Altstadt), lo que generó la indignación de Alemania, el Papa Francisco
lo apartó del cargo y se ha abierto una investigación por malversación de
fondos. Ahora será convertida en un centro albergue para las personas que viven
en la calle.
Limburg como Alemania, es tranquila y procura vivir su cotidianidad
sin alteración alguna. El problema de los “sin techo” tendrá que resolverse
políticamente porque el mundo mira a la mayor potencia de Europa, cuyo éxito no
es solamente las empresas de automoción, la electrónica o la química sino su preciso
tejido social basado en el trabajo, la autosuficiencia, la responsabilidad e
independencia, valores fundamentales.
Aunque encerrada en sí misma
Alemania no busca grandes aventuras en mercados internacionales y su hegemonía
es palpable y hasta irritante. Una
encuesta de la BBC dejaba al país germánico como el más popular del continente.
Ha pasado casi un cuarto de siglo de la
reunificación alemana y más de 70 años de la guerra, Alemania ha despejado las
dudas de ser una potencia mundial. Entre
otras, domina porque es el país más poblado y rico de la Unión pero cada día
tiene más gente durmiendo en la calle y eso puede convertirse en su mayor
rompecabezas.
Rafa Cely Ulloa
@racaliban
Divulgador multimedia
Alemania
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