19.12.15

“No me arrepiento de nada”

El 11 de octubre de 1963 Jean Cocteau dijo al referirse a la muerte de su amiga Edith Piaf: "C'est le bateau qui achève de couler.Je n'ai jamais connu d'être moins économe de son âme. Elle ne la dépensait pas, elle la prodiguait, elle en jetait l'or par les fenêtres"(+)

El pasado 19 de diciembre se conmemoró el centenario del nacimiento de Edith Piaf, el gorrión de París, la primera dama de la canción francesa. Aunque la celebración y homenaje seguirá durante mucho tiempo. Conferencias, libros, discos, biografías, exposiciones fotográficas, visitas al museo que lleva su nombre, visitas a su tumba, entre otras, nada ha faltado en Francia y en los ámbitos  culturales de todo el mundo. 

Su verdadero nombre era Giovanna Gassion. Toda su vida se confunde con la leyenda,y no extraña que, tratándose de un mito del siglo XX,  su vida se hubiera enredado en los hilos del destino. Pues bien, nació debajo de una farola de la calle Belleville en París y su madre de origen argelino, muy pobre, como a un personaje de leyenda, encargó su crianza a una abuela desalmada, como la de la Cándida Eréndira, que le cambió la leche por vino. 


Tampoco, entonces, hay que extrañarse que nos acerquemos al mito de Roma y digamos que fue amamantada por lobos, en sentido literal y en todos los sentidos, pues la niña pasó a manos de su abuela paterna, que regentaba una casa de prostitución. Las prostitutas fueron sus nodrizas mientras su padre había partido para la guerra.

Su madre era cantante ambulante y su padre acróbata, de ahí que sus canciones tienen algo de zíngaro (gitano), se siente en ellas la vida dura de la calle. La primera y única canción que se aprendió de niña fue la Marsellesa, que era el colofón de los espectáculos callejeros de su padre.
De sus amores con un rufián, a los 17 años tuvo una hijita,  la pequeña Marcelle, que murió a los 2 años de meningitis. Es en esta época que cambió radicalmente su vida: fue descubierta en la calle por un empresario de cabaret de los bajos fondos de París cantando canciones populares.

En 1937 en el sello de Polydor graba su primer disco y en 1937 Mome Piaf ya es una estrella del Music Hall y canta en el ABC de París. Incursiona en el teatro, en el cine y bajo la dirección de Jean Renoir, protagoniza una película sobre las bailarinas de Can Can. Menuda, frágil, nostálgica, se la ve en los escenarios, bajo la luz de las lámparas, con su trajecito negro, olvidada de todo que no sea esa música visceral, profunda, música que brota como de una roca, clara y natural. En 1949 llega el amor de su vida, nada menos que el boxeador Marcel Cerdán, campeón mundial de peso medio; ella con sus 1,50 de estatura, la veo en las fotografías, al lado de este rudo hombre, una especie de Jean Valjean (el héroe de Los Miserables) de los barrios parisinos. Nada duró ese amor; él murió en un accidente aéreo New York París.
En los años 50 se convierte en la musa de los existencialistas. El poeta surrealista Jean Cocteau escribe para ella un monólogo dramático, El Indiferente, pequeña obra teatral que le permite mostrar sus dotes histriónicas que las llevaba en la sangre, pues no era poco haber trabajado de niña en el pequeño circo ambulante de su padre. Cocteau, que la conocía muy bien, pues llevaban una nutrida correspondencia con ella, decía que no conocía un corazón que se entregara más abiertamente: "esta mujer tan desprotegida tira oro por los balcones". En los años 50 se convierte en la mentora de los nuevos chansonniers de París: Ives Montand, Becaud (el autor de Natalie), Aznavour y Mustakí. Se hace su guía y su amante. Con Ives Montand, la estrella del cine francés, canta en el Moulin Rouge. Se casa con Mustakí, pero muy pronto se separan: éste compone la letra de Milord, que llega al primer lugar de las listas de la canción francesa.
Sus matrimonios son efímeros, inestables, son primeras páginas de los diarios, pero nada más, quizá son pretextos, como las mujeres de Picasso, para trazar las líneas inútiles e invisibles de la belleza. Con Mustakí sufren un accidente automovilístico, y en su proceso de recuperación se habitúa a un nefasto aliado: la morfina, que arruinará, junto con la bebida, su ya deteriorada salud. Así pasa estos años, entre desintoxicaciones, viajes, escenarios y presentaciones. En 1958 se desploma en una presentación en New York. Pero paradójicamente, ésta es quizá su mejor época, convierte el Olympia de París en su segundo hogar. Como el Ave Fénix revive de las cenizas; así la vemos en los documentos cinematográficos con su magnetismo en el escenario, con su voz fuerte, regia, imponente, arrastrando las eres. De esta época tenemos El Acordeonista, La Foule (La multitud), Jezebel, La Vida en Rosa, Padam Padam, Je ne regrette rien (No me arrepiento de nada), su bella versión de Ne me quittez pas (No me abandones) de Jacques Brel.
Pero más prolífica que una trama de ópera, su vida pasa al siguiente acto: en 1962, a sus 46 años,vieja y joven a la vez, Mome Piaf, conoce  a un gigoló, Theo Sarapo, un joven griego de 26 años, apuesto y de belleza mediterránea, chansonnier también como ella. Se enamoran y se casan; en las fotografías parece un hijo que cuida de su anciana madre. Pero ante el sensacionalismo, el amarillismo y las burlas disfrazadas de patriotismo, la diminuta cantante responde con carácter, con fuerza en el escenario, se agita entre las sombras como una ménade; el público de pie, la aplaude a rabiar. Un año dura su unión con Theo Sarapo. Y a este, otra paradoja más, le quedará la inmerecida gloria de tener esculpido su nombre en la tumba de Edith Piaf. En efecto, ella muere en 1963.

Pero tal como anunciaba Baudelaire en el siglo XIX,  a propósito de la irremediable caída del hombre moderno, "la vileza del corazón dará el golpe final", así nos encontramos que en el día del funeral de Edith Piaf, la iglesia le negó la misa de difuntos por considerarla "un ídolo de felicidad prefabricado". A eso tú hubieras respondido, como en tu canción, refiriéndote a tu pasado: “Eso está pagado, barrido, olvidado, me importa un bledo el pasado, yo no me arrepiento de nada”.

Por Kástor Cabrera Solarte
Especial / Divulgadormultimedia.blogspot.de

Bogotá-Colombia


(+)"El barco se acaba de hundir. Nunca he conocido un ser más desprendido de su alma. Ella no entregaba su alma, ella la regalaba, ella tiraba oro por las ventanas."..

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